La escuela, como nicho donde confluyen los intereses de las familias, individuos, política y sociedad, está inmersa en innumerables cambios. Dichos cambios se producen infinitamente más rápidos de lo que nuestra capacidad de reacción nos permite amortiguar.
Para tratar de reaccionar a dichos cambios y así, ser capaces de dar respuestas a nuestros alumnos respecto a las necesidades formativas que exige la sociedad de hoy, es necesario reactivar en nuestros centros un proceso de readaptación-actualización de nuestras metodologías. Cambiar no significa dejar atrás años de experiencia y de bagaje de todos los profesionales que han pasado y continúan por nuestras aulas, no significa descartar todo “lo anterior” y validar de la noche a la mañana “lo nuevo”. En nuestro centro, queremos optar por ser capaces de hacer coexistir las nuevas metodologías (algunas no tan nuevas) con la experiencia y el buen hacer de dichos profesionales.
La renovación en todos los ámbitos de la vida, por tanto, también en el educativo, debe ser continua, es decir, se debe sostener en el tiempo para conseguir resultados. No podemos buscar resultados cortoplacistas, debemos estar atentos a la experiencia de nuestros alumnos, de nuestros compañeros, de otros compañeros y centros, ser autocríticos y, teniendo claro lo que somos y lo que queremos ser como escuela, seguir formándonos y poniendo en práctica las prácticas que en otros lugares destacan por su capacidad de hacer alumnos más competentes en los distintos ámbitos de la vida. No basta con voluntarismo, ya que este se diluye en el tiempo, es necesario que se consolide como estrategia que se inserta en el ADN del centro y, entonces, se asienta y convierte en cultura de este.
Y aquí está el difícil equilibrio de la educación: ser capaces de estar en vanguardia y no abandonar lo bueno que ya hacíamos desde nuestra fundación. No renunciar a poner en el centro a nuestros alumnos como protagonistas de su propio aprendizaje, transmitiendo no solo conocimientos sino destrezas, habilidades y valores propios de nuestro carisma trinitario que les ayude a desarrollarse como persona y a ser libres y felices y a hacer más libres y felices a los que tienen a su alrededor.